Ciudad de México, Septiembre de 2016.

 

El ritual se realizaba durante la noche antes de ir a dormir. Comienza contemplando el arcano mayor para memorizar sus detalles y tomar registro de las sensaciones al hacerlo. La carta sería colocada bajo la almohada cada noche, hasta recibir un sueño. Tomé la carta XIX, “El Sol”, y seguí las instrucciones minuciosamente. La mañana siguiente, en mi diario de sueños, escribí:

 

“Es de noche. Estamos en mi recámara mis dos hijas y yo. De pronto, algo se agita, moviéndose tras los cristales. Despacio, con cautela, me acerco a la ventana. Los árboles en la oscuridad se pintan de color dorado y tras ellos crece un enorme remolino de nubes blancas que despiden humo al rotar. Confundida, busco a mis hijas pero ellas ya no están. Todo es niebla, mi cuerpo está entre la vigilia y el sueño.

 

Mi habitación es entonces un viejo barco de madera impulsado por grandes velas, uno muy antiguo. Me rodean construcciones de piedra, una ciudad medieval amurallada con acantilados que dan al mar. En uno de sus callejones, una misteriosa mujer vestida de negro camina con prisa. Abraza unos papeles contra su pecho, los protege con prudencia, como quien tiene miedo. Se tropieza, y los papeles son lanzados por el aire. Apurada se levanta para recuperarlos. No busca ayuda ni quiere que nadie los toque. La mujer se resguarda, se oculta cubriéndose con un velo, su vientre está abultado. Es una monja y está gestando. Gira hacia mí y nuestros ojos se encuentran.

 

Esa monja soy yo.”